martes, 8 de marzo de 2016

Novalis

Novalis, autor de los ciclos de poemas más significativos del romanticismo alemán: Los himnos a la noche escritos tras la muerte de su prometida, Sophie, con sólo 15 años en 1797. En los seis poema que forman la obra, Novalis establece una dicotomína entre la Luz y la Noche.

La luz se asocia al mundo visible, material, en el que el "yo poético" se ve a sí mismo como un extranjero errante incapaz de encontrar sentido a la existencia.

La noche se vincula a la fe, la fantasía o la poesía. El sueño (la ensoñación) es la puerta de entrada a un ámbito invisible, espiritual, donde el "yo" se reencuentra con su amada:



Antaño,

cuando yo derramaba amargas lágrimas;

cuando, disuelto en dolor, se desvanecía mi esperanza;

cuando estaba en la estéril colina,

que, en angosto y obscuro lugar albergaba la imagen de mí

–solo, como jamás estuvo nunca un solitario,

hostigado por un miedo indecible–

sin fuerzas, pensamiento de la miseria sólo.

Cuando entonces buscaba auxilio por un lado y por otro

–avanzar no podía, retroceder tampoco–

y un anhelo infinito me ataba a la vida apagada que huía:

entonces, de horizontes lejanos azules

–de las cimas de mi antigua beatitud–,

llegó un escalofrío de crepúsculo,

y, de repente, se rompió el vínculo del nacimiento,

se rompieron las cadenas de la Luz.

Huyó la maravilla de la Tierra, y huyó con ella mi tristeza

–la melancolía se fundió en un mundo nuevo, insondable

ebriedad de la Noche, Sueño del Cielo–,

tú viniste sobre mí

el paisaje se fue levantando dulcemente;

sobre el paisaje, suspendido en el aire, flotaba mi espíritu,

libre de ataduras, nacido de nuevo.

En nube de polvo se convirtió la colina,

a través de la nube vi los rasgos glorificados de la Amada

–en sus ojos descansaba la eternidad–.

Cogí sus manos. y las lágrimas se hicieron un vínculo

centelleante, indestructible.

Pasaron milenios huyendo a la lejanía, como huracanes.

Apoyado en su hombro lloré;

lloré lágrimas de encanto para la nueva vida.

–Fue el primero, el único Sueño.–

Y desde entonces,

desde entonces sólo,

siento una fe eterna. una inmutable confianza en el Cielo de la Noche,

y en la Luz de este Cielo: la Amada.

Fuentes: Libro de texto página 100

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